La Cerdanya ha evolucionado de un refugio exclusivo para la aristocracia y la burguesía catalana a un mercado dominado por una clase media acomodada que aún puede permitirse una hipoteca o mantener una herencia. La escasa oferta y la alta demanda hacen que los precios no dejen de subir, convirtiendo la propiedad en una inversión segura. Los compradores buscan planta baja con jardín, orientación sur y buenas vistas.
Ubicación privilegiada y oferta de ocio
Con una situación estratégica entre España y Francia, a una hora y media de Barcelona y 45 minutos de Andorra, la Cerdanya es un valle amplio y soleado que ha diversificado sus opciones de ocio. El esquí, aunque sigue siendo la actividad estrella, ahora comparte protagonismo con el ciclismo, el golf, la equitación, el senderismo y la gastronomía.
Un mercado inmobiliario limitado y competitivo
Los pueblos de solana, en la zona sur, son los más solicitados, junto con los alrededores del Golf Fontanals. A pesar de su alto precio, son más asequibles que la prestigiosa urbanización del Golf Cerdanya, donde hay casas majestuosas pero costosas de mantener. A nivel provincial, Girona tiene más demanda que Lleida, a pesar de sus impuestos más altos. La Cerdanya francesa, tradicionalmente más económica, ha subido de precio por la alta demanda.
El 70% de las viviendas son segundas residencias, lo que significa que pasan gran parte del año cerradas. Esto ha creado un mercado muy competitivo, donde los API y otros agentes compiten por las pocas operaciones disponibles. Profesiones como jardineros, electricistas o albañiles suelen tener información privilegiada sobre posibles ventas.
La nueva construcción es escasa y cara, con pocos proyectos en marcha y casi exclusivamente casas individuales. Los precios rondan los 2.100 €/m² para obra nueva y hasta 2.400 €/m² para rehabilitaciones, con costes adicionales que pueden encarecer aún más la factura final.
Problema de acceso a la vivienda
En Puigcerdà, una de las zonas más tensionadas, el alquiler es inalcanzable para la población local, especialmente inmigrantes y jóvenes, que trabajan en sectores que los autóctonos rechazan. Muchos se ven obligados a vivir en coches o pisos sobreocupados, ya que los propietarios prefieren alquileres de temporada o vacacionales, donde pueden obtener más rentabilidad.
Este problema se agrava por el despoblamiento juvenil, ya que muchos jóvenes se van debido a la falta de vivienda asequible. Mientras tanto, algunas familias compran segundas residencias con la idea de retirarse en la Cerdanya en el futuro, pero surge una pregunta clave: ¿quién los cuidará si la población trabajadora se va?
Un futuro incierto
La pandemia provocó un auge de la demanda de viviendas en la Cerdanya, pero la falta de servicios y el colapso de la zona en temporada alta pueden frenar el interés por la compra en los próximos años. Sin embargo, el atractivo de la Cerdanya sigue intacto, manteniendo la zona como una de las más cotizadas para segundas residencias en Cataluña.